lunes, 8 de septiembre de 2014

El Greco • Apostolados



Última cena. ca. 1565-68. Temple/óleo sobre panel. 43 x 51 cm. 
Pinacoteca Nazionale de Bologna, Italia.

Cuando El Greco se traslada, o es enviado por su familia, a Venecia, desde su Creta natal –la Isla vuelta hacia Oriente, de Homero–, entre 1567–68, es un joven de poco más de 25 años y, seguramente más veneciano que cretense, culturalmente hablando, ya que la Isla se hallaba bajo dominio de la República desde el final de la IV Cruzada, es decir, 1214. Cierto que los viajeros de la época apuntan que, si bien los venecianos solían aprender griego, los griegos no asumieron la lengua italiana como propia, excepto en las grandes ciudades, donde el idioma, la cultura y las artes procedentes de Venecia, sí dejaron huella, especialmente, en la zona de la capital, Candía, en cuyas proximidades vivía la familia Theotokópulos; seguramente, de buena posición social y económica y afín a la administración veneciana. No es creíble que Doménikos se trasladara a Venecia con el único bagaje de la lengua griega.

Tiziano, Tintoretto, Veronés o Basano serán los maestros responsables de su evolución. Asistiera o no el Greco, a algún taller, la impronta de aquellos pintores es ya muy visible en esta Cena con su balbuciente perspectiva, a pesar, o además, del evidente sello oriental aprehendido por el pintor en sus primeros años.

El motivo por el que este trabajo empieza exponiendo una Última Cena, es la necesidad de ilustrar un planteamiento. Esta Cena de 1565-68 muestra cómo trató el Greco al grupo de los doce discípulos en sus primeros tiempos, lo que nos servirá asimismo para comparar su evolución, tanto en la técnica pictórica, como en la concepción de los personajes, a los que va a seguir tratando o retratando hasta sus últimos días.

Los Apóstoles –Απόστολος- Enviados; fueron seleccionados por Jesús para transmitir su mensaje. Ciertamente, no todos los discípulos fueron apóstoles, ni todos los apóstoles fueron discípulos: sólo hay que pensar en los casos de Judas Pablo de Tarso. Judas, que sí fue discípulo, no vivió su condición de apóstol, por razones obvias, mientras Pablo, que nunca fue discípulo, se convertiría en uno de los personajes más transcendentales del grupo de los apóstoles y, por lo mismo, en figura pictórica imprescindible, cuando se trata de ellos.

Algo similar ocurre con Lucas, el Médico y quizás, pintor, que aparece en el incompleto Apostolado de Almadrones. Lucas no fue discípulo, ni judío, como todos los demás, pues era de Antioquía, de cultura griega, y, por supuesto, no conoció a Jesús, aunque se cree que sí pudo conocer a su madre, María, cuyos recuerdos enriquecerían su relato –escrito en griego–, sobre la infancia de Jesús. Fue seguidor de Pablo.

En cuanto a Matías, que tampoco aparece en las Cenas, conviene recordar, que fue integrado en el grupo, tras ser elegido a suertes, para llenar el vacío producido por el suicidio de Judas.

Así pues, los primeros Apóstoles, todos de Galilea, excepto Judas Iscariote, fueron los que siguen:

-Simón, hijo de Jonás -Simón bar Jonah- a quien Jesús llamó Pedro, por lo que asimismo es conocido como Simón Pedro. Murió crucificado boca abajo.
-Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo. Murió decapitado el año 42-44. 
-Andrés, hermano de Pedro. Murió crucificado.
-Juan, el más joven de todos, también hijo de Zebedeo, es decir, hermano de Santiago el Mayor. Jesús apodó a ambos Boanergeshijos del trueno. Posteriormente escribió el Cuarto Evangelio y el llamado Apocalipsis. Falleció en la vejez de muerte natural.
-Felipe. Era de Betsaida. Fue crucificado el año 54.
-Bartolomé, de Caná, también llamado Natanael. Fue azotado y después crucificado.
-Tomás, apodado Dídimo -Mellizo-. Murió atravesado por una lanza.
-Mateo, o Leví, fue recaudador de impuestos, oficio que se denominaba, publicano. Murió por espada.
-Santiago el Menor, conocido también como el Hijo de Alfeo.
-Judas Tadeo. Hermano de Santiago. Murió crucificado.
-Simón Cananeo, el Zelote, por el grupo político-religioso del que formaba parte.
-Judas Iscariote. O Hijo de Simón. Se ahorcó tras entregar a Jesús.
-Matías, ocupó el vacío dejado por el anterior. Murió apedreado. 

Tradicionalmente, la iconografía empleó como elementos representativos de sus imágenes, objetos relacionados con sus respectivas muertes.

Otros, igualmente conocidos como apóstoles, serían aquellos que, aunque no conocieron a Cristo, continuaron la evangelización entre los gentiles; es decir, todos los no judíos, o bárbaros; todos los no romanos, así, los que siguieron a Pablo, como San Martín, en la Galia; San Bonifacio, en Frisia y Alemania o los Santos Cirilo y Metodio entre los eslavos. Algunos de ellos también fueron representados por el Greco.

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Disponemos -entre otras- de cuatro colecciones de apóstoles en retratos individuales, que, básicamente y, en mayor o menor proporción, proceden de la mano del GrecoOviedo, Almadrones –Guadalajara–, Catedral de Toledo y Museo del Greco de Toledo. Todas ellas estarían presididas por una imagen de Cristo, en su representación como Salvador del Mundo, en la que posa su mano izquierda sobre una esfera terrestre. Es siempre una imagen que refleja serenidad y cuyo halo, curiosamente, abandona su tradicional forma circular, para convertirse en un rombo, que, a pesar de su novedoso y sorprendente diseño de carácter bizantino, proporciona gran belleza, luz y un nuevo equilibrio al retrato. 

Propongo una presentación sinóptica en miniatura de las cuatro series citadas, con objeto de facilitar la apreciación de las diferencias que ofrecen entre sí, habida cuenta de que la de Oviedo es, seguramente, la más antigua, y la del Museo de la Casa del Greco, la más moderna y la que va a centrar nuestra atención. 

Y la va a centrar, casi de forma obligatoria, dado el espacio, el lugar y el fin que perseguimos, que hacen precisos ciertos límites, pues de otro modo, podríamos revisar, no solo las cuatro colecciones a las que nos estamos refiriendo, sino las docenas de representaciones no seriadas, tanto de Cristo, como de los Apóstoles, muchas de ellas extraordinariamente atractivas, pero de las que hemos de prescindir por el momento, aunque alguna aparezca sin remedio, ya sea como referente, precedente o como necesario elemento de comparación.

Sugiero, en todos los casos -sin dejar de lado, por supuesto, la originalidad, perfección, variedad y expresión de los rostros propiamente dichos-, poner gran atención a las manos de los modelos, que, como sabemos, constituyen un elemento de comunicación fundamental, y ofrecen aquí excepcionales argumentos, gracias al sorprendente hálito que les confiere El Greco.


NOTA: San Bartolomé, que sólo aparece en la colección del Museo de El Greco, es sustituido en las de Oviedo y Almadrones, por San Lucas el Evangelista.

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El Apostolado del Museo del Greco

(1610-14)

El Cristo que preside el conjunto mira fijamente al espectador, mientras los apóstoles, seis a cada lado, le miran a Él.

Cristo Salvador. 1610-14. Oleo Lienzo, 99 x 79 cm. Museo de El Greco, Toledo.

Es posible que estas imágenes del Cristo de los Apostolados, ofrezcan el tratamiento más inspirado, personal y auténtico del tema por parte del Greco y, quizás sea esta la explicación del hecho de que aparezca en forma tan ostensible su impronta bizantina de Pantocrátor, completamente ajena a las interpretaciones acostumbradas en aquel momento y en el ambiente en que fueron creados.

Y es posible también que la fascinación de esta pintura, además de su luminosidad, resida en esa mirada franca y directa de Cristo, tal vez con un toque de tristeza, pero más próxima, sin duda, a la melancolía que al reproche o al sufrimiento.

En las relaciones del Nuevo Testamento y, tradicionalmente, los apóstoles aparecen casi siempre agrupados en tres bloques, así, por ejemplo, Simón, Andrés, Santiago y Juan siempre son citados en primer lugar. Un segundo grupo, sería el formado por Felipe, Bartolomé, Mateo y Tomás y en el tercero y último estarían: Santiago el Menor, Judas Tadeo, Simón Cananeo y Judas Iscariote

No todos son igualmente conocidos, de modo que si los agrupáramos de acuerdo con un criterio de familiaridad, el grupo se reduciría ostensiblemente, y a casi todos ellos se antepondría la figura de Pablo, solo parangonable, quizás, con la de Pedro. De todos los demás, es más bien poco lo que se sabe, si bien, antaño influyó enormemente en su apreciación, la célebre Leyenda Dorada del dominico Jacobo de la Vorágine, que reunió historias de 180 santos y mártires, con datos obtenidos en múltiples fuentes, como los evangelios apócrifos y distintos tratadistas. 

El autor se muestra más interesado por la doctrina que por la erudición, y aunque en ocasiones, incluso inventa el dato del que no dispone –tal como declararon Luis Vives y Melchor Cano-, su Leyenda alcanzó un enorme éxito y, a través de ella se difundieron relatos como el de la muerte de San Sebastián por disparos de flecha, o el de la lucha de San Jorge con el dragón. También sirvió de base para la estatuaria de las catedrales. El enorme éxito, llevó a la imitación y esta al exceso, de forma que en una edición del último cuarto del siglo XIII, las historias narradas habían doblado su número. 

De un modo u otro, muchos de los símbolos consagrados por Vorágine, se mantuvieron a través de los siglos y, evidentemente, influyeron en las representaciones religiosas que hoy podemos seguir contemplando.

San Pedro Apostol. 1610-14. Oil on canvas, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Pedro, es hermano de Andrés y ambos, pescadores en Galilea, llamados por Cristo pescadores de hombres. Es quizás el discípulo más cercano a Cristo. De acuerdo con antiguas versiones, viajó a Roma, donde estableció una primera comunidad cristiana y donde fue crucificado por orden de Nerón en el año 64.

Su apariencia se mantuvo sin muchos cambios en la pintura y el arte en general, dentro de la diversidad de sus representaciones, de modo que resulta, quizás, el más reconocible de los apóstoles. Es un hombre vigoroso de edad madura, con el cabello corto, gris y revuelto. Suele llevar túnica y manto sencillos, generalmente, en amarillo dorado y azul, aunque a veces la túnica es verde. Su atributo son dos llaves, aunque también aparece con la cruz en la que murió, o con un báculo, un libro, un gallo y, en ocasiones, una barca. 

En grupo, siempre está el primero al lado de Cristo; aunque en ocasiones, figura junto a Pablo, que representa a los creyentes gentiles, mientras que Pedro representaría a los judíos. También es pintado con tiara y vestimentas papales, como primer obispo de Roma, especialmente en las pinturas de la Contrarreforma.

En el caso presente, el Greco eligió, sencillamente, las llaves, que, en realidad, constituyen el símbolo de Pedro por excelencia.

Andrés. 1610-14- Oleo lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Hermano de Pedro, también pescador y galileo, fue el primer seguidor de Cristo, aunque no se sabe mucho de su historia. De acuerdo, precisamente, con la Leyenda Dorada, viajó a la Escitia Rusa, Asia Menor y Grecia, donde predicó e hizo curaciones. Según la misma fuente, en Nicea, liberó a sus habitantes de siete demonios que aparecieron en forma de perros. En Tesalónica, los padres de un joven convertido al cristianismo, prendieron fuego a su casa, hallándose el hijo dentro con Andrés. Cuando el joven milagrosamente extinguió el fuego con un poco de agua, los padres intentaron entrar por medio de una escala, pero se quedaron ciegos. 

La Leyenda también habla de un obispo que cenaba con el diablo, disfrazado de cortesana. Justo cuando el obispo iba a caer en la tentación, entró Andrés, vestido de peregrino y echó fuera al tentador.

Andrés fue ejecutado por Egeas, el gobernador romano de Patras y el Peloponeso. Maximilia, la esposa del gobernador, había sido curada de una mortal enfermedad por el apóstol, por lo que adoptó el cristianismo y decidió privar a su esposo de sus derechos maritales para siempre. Por esta causa, se dice, y no por su predicación, sería preso y crucificado.

Andrés es el patrón de Grecia y Escocia; uno de los diferentes relatos de su historia, asegura que sus reliquias fueron llevadas a la ciudad de Saint Andrews, en Escocia, en el siglo IV.

Suele ser retratado como un hombre de edad, con el pelo blanco y con barba. Su símbolo es la cruz en forma de aspa, aunque en el primer Renacimiento fue más familiar con la cruz latina. A veces muestra una red con peces, o una larga cuerda, ya que fue atado a la cruz; no clavado.

Santiago el Mayor. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Hijo de Zebedeo, pescador en Galilea y hermano de Juan, el Evangelista. Del círculo más próximo a Cristo, estuvo presente con Pedro y Juan en la Transfiguración y en la agonía de Jesús en el Huerto, momento en que los tres se durmieron mientras Cristo oraba. 

Fue juzgado y ejecutado en Jerusalén entre los años 42 y 44 por Herodes Agripa.

El ciclo de escenas de su proceso y ejecución se representa en muchos frescos y vidrieras medievales y series de leyendas de la Edad Media, hablan de su misión en España y su tumba en Compostela, ambas sobre una base histórica insostenible, a pesar de que posteriormente se convirtió en uno de los grandes centros del peregrinaje cristiano.

En el arte, se muestra bajo tres aspectos diferentes: Como apóstol, en su edad madura, con una barba fina, castaña o muy oscura, parecida a la de Cristo. Suele mostrar la espada del martirio. En la devoción posterior lleva ropa de peregrino, que habitualmente lo distingue de los demás apóstoles.

Como tal peregrino lleva siempre la concha, pero como Caballero y Patrón de España, suele aparecer montado a caballo, portando un estandarte y con armadura. Su caballo habitualmente patea a un sarraceno. Muchas leyendas alimentan esta imagen; algunas hablan de su misión evangelizadora en España tras la Ascensión de Cristo y otras lo presentan combatiendo al frente de las huestes cristianas en la dudosa batalla de Clavijo. En Zaragoza, finalmente, se le aparecería la Virgen, sobre una columna de jaspe y le encomendaría construir la basílica del Pilar. A su vuelta a Jerusalén convirtió y bautizó al mago Hermógenes. 

Tras la ejecución de Santiago, sus discípulos traerían su cuerpo a España; guiados por un ángel, llegaron a Padrón –Iria Flavia-, en Galicia. Su supuesta tumba fue descubierta hacia el siglo IX y el lugar donde apareció se denominó Santiago de Compostela, ya que el campo se iluminaría con una nueva masa de estrellas. Hacia el siglo XI se convirtió en destino de peregrinos, próximo en importancia a Jerusalén o Roma. 

El origen de la concha de vieira como insignia del peregrino de Compostela, aún requiere una explicación definitiva, aunque se dice que debía servir para beber en fuentes naturales, y que podía llevarse fácilmente sujeta en la cinta del sombrero.

Juan, el Evangelista. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Es el otro hijo de Zebedeo, hermano, por tanto, de Santiago el Mayor, considerado autor del cuarto Evangelio y del Apocalipsis. Fue uno de los primeros a los que Cristo eligió para acompañarlo y estaba presente con Pedro y con Santiago durante la Transfiguración. En la Última Cena suele aparecer con la cabeza recostada sobre el pecho de Cristo y es a él al que se reconoce como el discípulo amado por Jesús.

Durante la Agonía del Huerto, también dormía junto a Pedro y Santiago, mientras Cristo oraba. En una versión de la Crucifixión, él y María permanecen al pie de la cruz, del mismo modo que se le representa entre las personas que se hallaban en el descendimiento y durante el lamento de María, que conocemos singularmente como Pietá, y estuvo presente en el enterramiento. También asistiría a la Virgen en su muerte y Asunción, de hecho, los escritos apócrifos en los que se relatan estas dos circunstancias, se le atribuyen a él.

Durante el ministerio apostólico, frecuentemente acompaña al apóstol Pedro. Se le identifica con el Juan exiliado en la isla de Patmos, donde escribiría el Apocalipsis y se cree que murió en Éfeso, de muerte natural, y en edad muy avanzada.

Su atributo es un libro o un rollo de pergamino, en alusión a sus escritos; un águila, que puede llevar una pluma en el pico; un cáliz del que emerge una serpiente, símbolo del veneno que Juan bebió sin que le produjera efecto alguno; asimismo aparece dentro de un caldero –que representaría su condena dictada por Domiciano, a morir sumergido en aceite hirviendo, del que, sin embargo, saldría incólume-, y por último, con una palma, pero no de martirio, sino una que pertenecía a María y que esta entregaría a Juan a su muerte, aunque la historia sólo aparece en escenas relativas a la Virgen.

Juan también puede ser representado en dos diferentes etapas de la vida: como apóstol, es joven, a veces, incluso con un aspecto casi femenino, suave y dulce; habitualmente con largo cabello rizado y sin barba, en total contraste con el evangelista, de mucha edad y barba gris.

Felipe. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Era de Betsaida –Casa de Pesca, en hebreo, al este del río Jordán, reedificada después por Herodes Filipo, que la llamó Julia-. Fue también uno de los primeros en ser llamado por Cristo. 

Se dice que viajó a Escitia para predicar el evangelio y que en la ciudad de Hierápolis, consiguió, con ayuda de una Cruz, ahuyentar a una serpiente o dragón que era objeto de adoración en el templo de Marte. Cuando el animal salía, emitía un olor hediondo que mataba a la gente, pero los sacerdotes, furiosos, capturaron a Felipe y lo crucificaron; de acuerdo con una tradición oriental, boca abajo, como Pedro.

Por alguna razón no ocupa un lugar prominente como figura devocional, por lo que ha sido muy poco representado y es poco conocido. Suele aparecer como hombre de mediana edad, generalmente con pelo corto, y su atributo es la cruz. 
Bartolomé. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo.

Es citado en el Nuevo Testamento por su nombre, pero nada se dice sobre él o sus hechos. La Leyenda Dorada habla de un viaje misionero a la India y de su muerte en Armenia, donde sería desollado vivo, tras liberar a la hija del rey del diablo que él mismo lleva encadenado.

Generalmente es representado con pelo negro, barba y mediana edad. Su atributo suele ser el cuchillo con el que sería torturado y a veces, llevando la piel arrancada; en la Capilla Sixtina, por ejemplo, muestra la piel entera en una mano, como una funda, y el cuchillo en la otra –se dice, además, que esa imagen podría ser un autorretrato de Miguel Ángel-. 

La narrativa del arte renacentista, lo presenta predicando, exorcizando demonios, bautizando, o siendo llevado ante las autoridades por negarse a adorar ídolos, pero la forma más habitual es la escena del horroroso desollamiento, del que parece ser que algunos artistas, incluso, tomaron como modelo la escultura helenística de Pérgamo en la que el Marsyas de la mitología griega, sufre la misma tortura.

La pintura del Greco está sin terminar y es única, ya que el personaje que aparece en su lugar en las series de Oviedo y Almadrones, es San Lucas, quien como se sabe, tampoco era de los doce primeros apóstoles.

Bartolomé. Juicio Final. Miguel Ángel. Capilla Sixtina. Vaticano./ Marsias, Louvre.

Mateo. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo.

Es considerado autor del primer Evangelio. Recaudador de impuestos en Cafarnaúm –población próxima al lago Tiberiades-, trabajaba en su mesa cuando Jesús lo llamó para que le siguiera. Mateo aceptaría de inmediato.

Como evangelista, su atributo es un ser con alas, como un ángel apocalíptico que parece dictar al apóstol lo que escribe, pero, más generalmente, muestra un libro y una pluma, aunque también puede llevar una bolsa, significativa de su antigua ocupación. De acuerdo con la Leyenda murió degollado. 

San Mateo y el ángel. Caravaggio, 1603. 
San Luigi dei Francesi. Roma

Tomás, 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

Conocido como Dídimo, el Gemelo y, posteriormente, como el que dudó. Suele aparecer joven y sin barba, sobre todo en las pinturas del primer Renacimiento. Su atributo puede ser una escuadra de constructor, o bien un cinturón y espada o daga; el instrumento de su martirio. Los textos dicen que dudó cuando le dijeron que Cristo había resucitado.

Judas Tadeo 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo

El otro Judas, no el Iscariote. Se dice que predicó en tierras próximas a Palestina con Simón Zelote, tras la crucifixión de Cristo y que recibió el martirio en Persia. Su atributo, una alabarda, de acuerdo con las relaciones de su muerte. Patrón de las Causas Perdidas, y poco más se sabe.

Simón Zelote. 1610-14. Oleo Lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo.

Llamado Zelote, tanto en el Evangelio de San Lucas, como en los Hechos de los Apóstoles; transcrito del griego, es una traducción del arameo gan'anaimiembro de una secta judía extremadamente ortodoxa. Procedía de Caná, por lo que también es conocido como Cananita o Cananeo. 

Como ocurrió con otros apóstoles, después de Pentecostés desapareció. Algunas leyendas más o menos creíbles, lo sitúan predicando en Egipto. Una tradición apócrifa del siglo VI, afirma que predicó en Persia, donde recibió el martirio. Acusado de derribar estatuas de ídolos tras una discusión con sacerdotes paganos y magos, sería degollado. Otra versión sin embargo, dice que fue cortado en dos con una sierra, como el profeta Isaías.

En muchas representaciones aparece junto a Judas, especialmente cuando derriban los ídolos y en su martirio. En el siglo XVI, también lo pintó Durero. En el siglo XVII, aparece, sólo ocasionalmente, hojeando un libro, tal como lo pinta el Greco.

Pablo. 1610-14. Oleo lienzo, 97 x 77 cm. Museo de El Greco, Toledo.

Aunque no fue de los doce a los que Cristo llamó al principio, Pablo se convirtió en el Apóstol de los Gentiles, tras su dramática conversión en el camino de Damasco. Fundó comunidades cristianas en muchos lugares, incluyendo la isla de Creta. Aparece en todos los Apostolados del Greco en lugar de Matías y siempre lleva una espada, la de su martirio, pero, sobre todo, en lo que respecta al Greco, muestra una carta en la que aparece escrito en minúsculas griegas: A Tito, ordenado primer obispo de la iglesia de los Cretenses.


Pablo predicó en el Ágora de Atenas, junto al templo del Dios Desconocido, argumentando, que era aquel, precisamente, el que los griegos esperaban y que él les daría a conocer.

El Greco lo pintó muchas veces; sin duda como homenaje a su decisión de enviar a Tito a predicar en Creta. Siempre ligeramente calvo, moreno, con barba y manto rojo sobre túnica verde o azul.

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Igual que El Greco, Durero, Tiziano, Murillo, Caravaggio, Ribera, Van Dyck, Rubens, y muchísimos más genios similares, pintaron a los apóstoles de mil maneras, todos ellos en la cima de la perfección. Observándolos, resulta evidente que El Greco adoptó siempre las fórmulas más sencillas, por así decirlo, para representarlos y se atuvo a los datos más seguros de sus biografías, logrando sin embargo, una identificación increíble del lienzo con el personaje representado. Conocidos sus apóstoles, es difícil imaginarlos con rasgos distintos de los que él concibió. 

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2 comentarios:

  1. ¡Fenomenal y completísimo trabajo!
    Tendré que estudiarlo bien antes de ir a visitar la actual exposición toledana "El Greco, Arte y Oficio".
    ¡Enhorabuena!

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  2. Gracias! Ya sabes que tu opinión es siempre esperada y bien recibida.

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