Homenaje a Nikos Kazantzakis:
El Greco: Dos Cretenses en Toledo
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Maximiliano II y María. Giuseppe Arcimboldo, 1563. Óleo lienzo 240 x 188 cm.
Kunsthistorisches Museum, Vienna
Falleció el emperador Maximiliano II a los 49 años, en octubre de 1576, dejando en el mundo a su esposa María -quince hijos y 48 años-.
Quizás convenga recordar, que Maximiliano era segundo hijo, él mismo, de los quince del emperador Fernando y que su esposa, María, era hija del emperador Carlos I, resultando pues, María y Maximiliano, además de marido y mujer, primos hermanos; ambos nietos de doña Juana de Castilla, la llamada Loca y de Felipe de Austria, el llamado Hermoso.
Decidió pues, la emperatriz viuda abandonar su tierra de adopción, para reunirse en España, con su hermano, Felipe II, aunque los múltiples preparativos no le permitieron emprender el viaje hasta el 3 de agosto de 1580, fecha en que salió de Praga.
Acompañada por su hija Margarita, y eludiendo, como de costumbre, el paso por el reino de Francia, la comitiva se dirigió a Génova, desde donde las naves de Andrea Oria las llevaron a Barcelona.
Durante el viaje fue informada doña María del fallecimiento de su hija Anna -26 de octubre de 1580-, cuarta esposa de su hermano, Felipe II, poco antes de la entrada en Lisboa de este, como rey de Portugal, lo que hizo concebir a la emperatriz el proyecto de casar también a Margarita con su tío viudo, aunque la hija se negó y parece que don Felipe tampoco tenía la intención de volver a casarse por quinta vez.
Finalmente doña María sobrevivió hasta los primeros años del reinado de Felipe III, integrada en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, donde se dice que recibía quejas continuas del valimiento del Duque de Lerma, lo que motivaría a este, temeroso de ser despojado de su omnímodo poder, a trasladar la Corte a Valladolid en enero de 1601, alejando así al monarca de la influencia de la ex emperatriz, que falleció en 1603.
Madrid sufrió entonces los efectos de la pérdida de la capitalidad, del mismo modo que, como veremos, ocurrió en Toledo, tras la decisión de Felipe II de abandonar la Ciudad Imperial a favor de Madrid.
En todo caso, tanto Valladolid como Toledo, habían ejercido como Corte/Capital en distintas ocasiones, entendiendo capital, como el lugar donde reside y actúa el monarca y la corte en un momento dado. De hecho, en 1527 allí, en el Palacio Pimentel, había nacido Felipe II.
La célebre ventana del palacio en el que nació Felipe II, en Valladolid
Llegadas a Madrid en Marzo de 1581, madre e hija viajaron a Lisboa en abril del año siguiente, para visitar al rey y este es el momento que coincide con nuestra historia, porque mientras transcurría este viaje, Miguel Rizo Calcandil/Carcandil, un joven griego de Atenas, de apenas 18 años, que había llegado a España formando parte, o aprovechando la comitiva de la emperatriz, era detenido en Toledo, donde se encontraba de paso, siendo conducido a la cárcel inquisitorial de la ciudad, donde fue obligado a permanecer durante los ocho meses que duró su proceso.
Tenemos pues, un fondo histórico para la tragedia; un proceso que hoy resulta inverosímil, y del que van a ocuparse múltiples actores, la mayor parte de los cuales proceden de la alta aristocracia y de la alta jerarquía eclesiástica. Aunque en ambos casos el término “alta” implique redundancia, lo destaco para mejor describir la ceremonia del absurdo que se produjo en la causa contra el inocente Calcandil, cuyo único interés reside, en realidad, en el hecho de que Doménikos Theotokopoulos, intervino en la misma como intérprete –como lengua, en la terminología de la época-, de su inocente compatriota, ya que para entonces, él llevaba unos cinco años en Toledo.
“... entró en la audiencia Dominico Teotocópoli, natural de la ciudad de Candía, pintor, residente en esta ciudad, el cual prometió de interpretar bien y fielmente lo que en esta audiencia pasare y lo que en ella el reo dijere y respondiere y lo que por los señores inquisidores se dijere y respondiere y mandare se pregunte al dicho reo y que no dirá ni tratará con él más de lo que tocare a su causa y que en todo hará el oficio de fiel intérprete y guardará secreto so pena de excomunión mayor latae sententiae.
E luego fue recibido juramento en forma de derecho, prometió decir verdad así en esta audiencia como en todas las demás que con él se tuvieren hasta la determinación de esta causa y de guardar secreto…".
No había cometido ningún delito el joven griego, aunque, de acuerdo con los principios inquisitoriales, constituía una grave transgresión el hecho de no delatar a otro, si se tenía alguna sospecha sobre él. En este caso, Calcandil, que había emprendido viaje al servicio de Demetrios Fokas, también griego, con la intención de dirigirse después a Santiago de Compostela, fue detenido a causa de una denuncia –anónima- contra su señor, de cuyos delitos se suponía conocedor a Calcandil.
…vinieron a Florencia, y de allí a Génova, donde se embarcaron y vinieron a desembarcar a Barcelona y de allí vinieron a la Corte siguiendo el camino de la Emperatriz. Y que siempre éste ha venido en compañía del dicho Demetrio hasta aquí a Toledo.
Preguntado a dónde iba éste. Dijo que a Santiago de Galicia, donde había hecho voto de andar y después se había de meter fraile.
No tenían por costumbre los inquisidores informar al reo del motivo de su arresto; se le decía que su delito era conocido, pero que si lo confesaba voluntariamente obtendría alguna benevolencia. Pero eso no era más que una trampa; si negaba saber algo, se le acusaba de mentir y si admitía cualquier delito, confiando en la benevolencia, se le acusaba de haberlo ocultado hasta entonces.
Miguel declaró –y El Greco tradujo- que él no tiene que decir, que le digan lo que ay contra él.
Entonces, los dichos señores inquisidores mandaron hacer publicación de los testigos que deponen contra el dicho Michel callados los nombres y sobrenombres de los testigos.
Y así tuvo ocasión el preso de saber lo que se estaba tratando y así tenemos hoy el conocimiento y la sorpresa causada por el grave suceso:
El señor Focas se lavaba las partes vergonzosas como los turcos y rezaba igual que ellos. Calcandil lo sabía y lo ocultó.
Esto hizo deducir a los Inquisidores lo siguiente sobre Calcandil: es de presumir ha hecho dicho, tenido y creído otras muchas cosas más y menos graves y las ha visto hacer y decir a otras personas, que calla y encubre sabia y maliciosamente porque no venga a noticia de vuestras mercedes, de que le protesto … y siendo necesario le acuso desde ahora y de haber él perjurado ante vs. ms., negando y encubriendo la verdad, etc.
Por razón de todo lo cual … pido le manden declarar por tal hereje, moro, excomulgado, perjuro y como tal pido sea relajado a la justicia y brazo seglar en forma. Y cuando esto lugar no haya que sea, le manden condenar en las mayores y más graves penas en derecho puestas y estatuidas contra los semejantes herejes y fautores y encubridores, etc.
Otrosí pido, necesario siendo, sea puesto a cuestión de tormento, el cual le sea dado y repetido tantas cuántas veces hubiere lugar de derecho.
-Quien eso dice –respondió Calcandil por medio del pintor-, es un tal Nicolao, que había visto en Roma, cómo se lavaba su amo una fístula con vino y que allí no dijo nada y que si su señor quisiera hacer ceremonias de turcos, no se viniera a tierra de cristianos. Se lavaba solamente la parte trasera por unas almorranas que tenía, con vino, por consejo de los médicos y cuando rezaba, lo hacía como los cristianos de Grecia.
El proceso tuvo como sede el Palacio Lorenzana, que siglos después pasó a ser un centro de Enseñanza Media, y donde hoy se imparte a nivel Universitario.
El Palacio Lorenzana. Toledo
A lo largo de ocho meses de preguntas acerca de si el señor Focas se lavaba o no, y si lo hacía de forma ritual, al estilo turquesco, grandes personajes se dieron cita en el Palacio Lorenzana, donde, concienzudamente, estudiaron un caso en el que, desde las primeras declaraciones, parece que nunca se produjeron cambios de ningún tipo.
A lo largo de aquel año 1582 se produjeron importantes novedades. Se implantó la reforma del antiguo calendario Juliano, por el llamado Gregoriano, en virtud del cual desaparecieron diez días, pasando a ser 15, el día siguiente del 5 de octubre, coincidiendo prácticamente con el fallecimiento de Teresa de Ávila. En diciembre fallecía asimismo el Gran Duque de Alba en Portugal, retenido allí contra su voluntad, por Felipe II, a pesar de que el Duque había conquistado aquel reino para él.
Desparecían paulatinamente todos aquellos que de un modo u otro, aunque fueran opuestos, interferían en los deseos de Felipe II o a él se lo parecía; ya en julio de 1579 había dado la orden de arresto de Antonio Pérez y la Princesa de Éboli. Como sabemos, Pérez se le escapó de las manos, pero doña Ana de Mendoza permaneció en prisión el resto de su vida, sin que hoy sepamos exactamente por qué. Sólo había pasado un año desde la desaparición de don Juan de Austria.
También se dieron por concluidas aquel año, las obras del Monasterio de El Escorial, que a pesar de haber sido construido en un tiempo casi récord, 1563–1582, para la época, la envergadura y el gasto, pasó a la memoria popular como una obra interminable, por lo mucho que había dado que hablar; los muchos artistas que pasaron por el edificio; los muchos motines protagonizados por los trabajadores que recibían las pagas muy atrasadas y que hacían exclamar a la gente que aquello parecía Flandes y, en fin, por las muchas leyendas que rodearon su edificación. Por cierto, que el cronista del Monasterio, Fray José de Sigüenza, también sería acusado más tarde por la Inquisición, a causa de su insistencia en predicar con el Evangelio en la mano, y ceñirse a su contenido.
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Por último, y en lo que más afecta a nuestro caso, por proximidad, fue la celebración de un Concilio Provincial en Toledo, presidido por el Cardenal Quiroga y que comenzó las sesiones el 8 de septiembre.
Todo esto pasó de largo, por así decirlo, ante la vida del joven Calcandil, cuyo proceso y encarcelamiento se prolongó, como sabemos, hasta el día 10 de diciembre.
De acuerdo con sus propias declaraciones, Calcandil, quien en ocasiones también es citado por su nombre, Miguel Rizo, había sido entregado a los turcos a los doce años, en virtud del forzado acuerdo con los griegos sometidos, por el cual estos debían entregar un centenar de jóvenes cada tres años, la mayoría de los cuales se convertirían en los temidos jenízaros, considerados prácticamente invencibles. En tal calidad había sido conducido a Constantinopla, la Ciudad, por excelencia, donde a la sazón residía un tío suyo, monje cristiano ortodoxo, llamado Macario, quien tal vez tuvo algo que ver en la liberación de Miguel, y en su paso al servicio de Demetrios Fokas -el que se lavaba-, de una notable familia bizantina, a cuyo servicio viajó a España. Los griegos contaban con la comprensión del reino en apoyo de los numerosos cautivos tomados por los turcos, muchos de los cuales, al igual que Cervantes, podían ser liberados mediante limosnas populares, a cuyo efecto, Fokas venía respaldado por Bulas Papales que le permitían tratar de reunir ayuda económica, sobre todo en el Camino de Santiago.
Toledo no había sido nunca capital del reino en términos jurídicos, pero sí había sido tenida como tal por Carlos I, a pesar de la revuelta Comunera –rigurosamente aplastada por él–, y donde, recordemos, había fallecido su esposa la emperatriz Isabel, en su ausencia, puesto que él, más que residir, tenía por costumbre visitar la ciudad.
Fue Toledo, no obstante, un referente, entre otros campos, en el comercio, y la vida artística, intelectual y política, pero, sobre todo, religiosa, pudiendo destacarse igualmente la gran producción de obras que se imprimieron a partir de finales del siglo XV, que convirtió la capital en cimiento y precursor de la cultura durante el siglo XVI.
Era, sin embargo, un ciudad muy cara, tenía pocas viviendas señoriales, y el trazado de sus calles, estrechas y empinadas, hacía muy difícil su tránsito, y todo ello, sin contar con la falta de agua corriente que padecía.
Felipe II había ordenado el traslado de su Casa a Toledo, donde debían celebrarse Cortes y donde él se presentó el 26 de noviembre de 1559, seguido brevemente por su esposa Isabel de Valois y su hijo, el príncipe Carlos. La llegada de caballeros, aristócratas, representantes de las ciudades, etc. y sus servicios personales, puso en evidencia las graves dificultades de que hemos hablado. La propia reina se mostró muy incómoda –eran pocas las zonas por las que se podía transitar en coche, de modo que don Felipe, que procuraba asegurarle a doña Isabel la consecución de sus menores deseos y sus caprichos mayores, uniendo el desagrado expreso de su esposa a los citados inconvenientes, decidió, con silencio y sosiego, como solía, abandonar la ciudad y establecer su Corte definitivamente en Madrid, decisión que se hizo efectiva en un plazo tan breve como el 19 de mayo de 1561.
Al principio, como suele suceder, apenas se notaron los cambios; es más, probablemente los toledanos se sintieron liberados de la presión provocada por tantos visitantes en espacio tan reducido, pero la decadencia se fue instalando silenciosa y lentamente, al mismo ritmo, casi imperceptible, que crecía la nueva capital, quedando su antigua influencia reducida al poder que siempre mantuvo la Iglesia y, con esta, en ocasiones uniendo intereses y en otras, enfrentándolos, la Inquisición; las dos juntas, tan poderosas, que incluso habían llegado a oponerse al monarca, llegando a provocar una especie de huelga de servicios religiosos, que inquietó gravemente a la población. Víctima de estos complejísimos intereses, fue, sin duda, el Cardenal Carranza, pero el rey logró retener el poder absoluto, por encima de la jurisdicción eclesiástica y con independencia del mismo, si lo consideraba necesario. En todo caso, y por lo que respecta a nuestros griegos en 1582, en líneas generales, la jurisdicción real emanaba de Madrid; la eclesiástica, de Toledo –con cierto peso superlativo de esta última en más de una oportunidad, como muestra el siguiente ejemplo, tomado de A. Santos Vaquero, quien a su vez cita a J. Porres Martín-Cleto.
En Toledo en 1589 con ocasión del incendio que se produjo en la plaza de Zocodover, donde se quemaron más de veinte casas, quedando otras muchas dañadas al hacer los cortafuegos. Felipe II, a raíz de este suceso, dio orden de reformar la plaza con el propósito de proporcionarle una estética acorde con los nuevos tiempos y con la importancia de la ciudad, para lo que encargó el proyecto al arquitecto Juan de Herrera. Éste pensó en una plaza cuadrada, cerrada, con fachadas homogéneas, con soportales en la zona inferior y balconadas corridas en los pisos superiores y sobriamente decorada; pero nadie contó con el poderoso, soberbio y mezquino cabildo catedralicio que se opuso a esta reforma ante la posibilidad de verse perjudicado en sus intereses económicos, ya que poseía varias viviendas en ella que le reportaban pingües beneficios cada vez que se celebraban corridas de toros en la plaza, y consiguió que el Consejo de Castilla no aprobase el proyecto.
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Asistían pues, al Tribunal como Inquisidores, tres representantes de la nobleza: Lope de Mendoza, del que poco sabemos, si bien su apellido es más que expresivo de su procedencia.
Francisco Dávila y Guzmán, 1548-1606. Pariente del marqués de Velada, ayo de Felipe III quien, precisamente entonces, asistía al Concilio en nombre de Felipe II. Más tarde sería Comisario de Cruzada y Cardenal.
Juan de Zúñiga: 1547-1603. Su relación con la nobleza era de hijo natural -su padre, Juan de Zúñiga, lo tuvo con Inés de Flores, en Madrigal-. Obispo de Cartagena, después del caso Calcandil, fue nombrado Inquisidor General, poco antes de su muerte, a pesar de lo cual, logró acumular casi 700 condenas. Reunió en su persona diversos cargos de responsabilidad en la corte y en la Iglesia.
Tenemos pues, trabajando juntos a tres hombres que reúnen en sus personas la característica de formar parte de las dos grandes élites de la época: Corte e Iglesia, además de pertenecer a familias poseedoras de inmensas fortunas: Mendoza, Guzmán y Zúñiga.
En cuanto al resto de los participantes en la tragedia, para no hacer muy larga la relación, digamos sólo que había consultores, letrados, secretarios y fiscal, todos ellos de alta consideración social, y naturalmente, el intérprete o lengua. Todos ellos trabajando arduamente en torno al asunto de la legitimidad de los lavados del señor Demetrios Fokas, cuya intención, además, era meterse fraile. Si bien, lo que verdaderamente sorprende, es cómo no fue él mismo el detenido, habida cuenta de que era el que se lavaba, ya que Miguel declaró bajo juramento, que no sólo era cristiano, sino también católico.
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Toledo en 2 de diciembre 1582.
Muy ilustres señores.
Micael el Griego, natural de Atenas, respondiendo a la publicación de un testigo que me fue leído en la acusación que por parte del fiscal de este santo Oficio me fue puesta, […] digo que sin embargo de lo en ellas contenido yo debo de ser absuelto y dado por libre de todo lo que soy acusado e así lo pido e suplico a vs. ms. justicia mediante […] las niego en todo y por todo según en como en ellas se contiene. Lo otro, porque lo que el dicho testigo dice lo dice por Demetrio Focas, mi señor, y el testigo que lo dice yo creo e presumo que es Nicola, criado que fue del dicho Focas, el cual es un mal hombre desalmado y se lo levanta por ser su enemigo capital del dicho Focas, por haber reñido muchas veces el dicho Focas con él, una vez en galera sobre un barril de vino y otra vez en Colibre y otra vez en Madrid y otra vez en esta ciudad de Toledo donde le llamó «cornudo» y que le despidió de su servicio ; y demás de lo susodicho el dicho Nicola es borracho y de malas manos.
Lo otro, porque el dicho Demetrio Focas, mi señor, es muy bueno y verdadero cristiano e católico e que nunca jamás yo le y visto ni sabido del las cosas que el dicho testigo le levanta, ni jamás le y visto las ceremonias de turco que se le imponen e si algunas veces se ha lavado e lava la parte posterior del asiento ha sido y es porque tiene una fístula y para curársela se ha lavado aquella parte muchas veces.
E demás [..] no hace plena ni semiplena probanza ni indicio alguno su dicho ni es de efecto. Lo otro, porque yo soy bueno e verdadero e muy católico e cristiano. E que si supiera e entendiera del dicho Demetrio Focas o de otra persona cosa alguna tocante a la fe y que fuera contra ella lo hubiera (f. 14v) dicho e declarado e no lo hubiera encubierto. Por todo lo cual […] pido y suplico me absuelvan e den por libre de todo lo que soy acusado e sobre todo pido entero cumplimiento de justicia e concluyo en forma para definitiva.
[…] y con tanto fue mandado volver a su cárcel.
En la audiencia de la tarde de la Inquisición de Toledo a siete días del mes de diciembre de mil y quinientos y ochenta y dos años, estando en consulta los señores inquisidores don Juan de Çúñiga, don Lope de Mendo, y don Francisco Dávila y por ordinario el licenciado Andrés Fernández, vicario general (1. 15) de este arzobispado y el licenciado Baptista Vélez del Consejo del IIImo. Cardenal de Toledo, fray Marcos de Valladares, fray Pedro de Lezcano dominicos, y el doctor Pedro de Carvajal del dicho Consejo, consultores juntos y congregados para ver y determinar causas de este santo Oficio.
En la audiencia de la tarde de la Inquisición de Toledo a diez días de diciembre de mil y quinientos y ochenta y dos años ante los señores inquisidores don Juan de Zúñiga, don Lope de Mendosa y don Francisco Dávila y por su mandado fue traído de su cárcel el dicho Michel Rizo Carcandil y estando presente Dominico Teotopoli (sic), lengua, le fue dicho que esté atento y oiga sentencia en su negocio. Y luego los dichos señores inquisidores dieron e pronunciaron la sentencia definitiva del tenor siguiente.
Fallamos […] el dicho promotor fiscal no haber probado su acusación y querella según y, cómo probarle convino, en consecuencia de lo cual que debemos absolver y absolvemos al dicho Michel Rizo Carcandil […]mandamos alzar y alzamos cualquier secreto y embargo que de sus bienes esté hecho por nuestro mandado, que le sean vueltos y entregados por el inventario que de ellos se hizo al tiempo que se le secrestaron.
El licenciado don Juan de Zúñiga. El doctor don Lope de Mendoza. El licenciado don Francisco Dávila. El licenciado Andrés Fernández. Dada y pronunciada la dicha sentencia por los dichos señores inquisidores en el dicho día, mes y año susodicho, estando presente el dicho Michel y Dominico Teotocópoli, lengua, que le dio a entender lo contenido en ella, el cual dijo que besaba a sus señorías las manos. […] Y luego se recibió del juramento en forma de derecho del dicho Michel, so cargo del cual Preguntado de avisos y comunicaciones de cárcel y tratamiento de alcaide y de penas no dijo nada.
Vieron el proceso de Michel Rizo Carcandil, griego, y conformes, dieron que este reo sea absuelto de la instancia y lo rubricaron en el libro de votos.
Los dichos señores inquisidores le mandaron guardar secreto así de su negocio como de lo que hubiere visto y entendido después que está preso, so pena de excomunión mayor y de diez años de galeras y lo prometió.
Archivo Histórico Nacional. Inquisición. Toledo.
Legajo 1693. Documento n. 27. Año 1582.
Las copias de los documentos de esta Causa han sido publicados por el Archivo Histórico Nacional en La Pieza del mes. Octubre 2014. MECD.
Los fragmentos transcritos corresponden a Gregorio de Andrés: El proceso inquisitorial de Miguel Rizo en Toledo en 1582 y la intervención del Greco. Anales Toledanos, 25, 1988, p. 167–192.
Para terminar, diremos que resulta hasta cierto punto inexplicable que, precisamente, El Greco fuera llamado para actuar como lengua en el proceso, ya que la elección presupone que el intransigente tribunal otorgaba fe a su persona y a su palabra, habida cuenta de que existían ciertos factores que no jugaban a su favor, por ejemplo, el hecho de que en Toledo había traductores griegos profesionales, con años de ejercicio.
Por otra parte, el Greco mismo, a raíz de sus dificultades con el cobro de El Expolio, había pedido traducción de las actuaciones, alegando que no entendía bien el castellano, aunque esto ocurrió alrededor de 1579 y el pintor podía haber perfeccionado el idioma para 1582.
Por otra parte, tampoco podemos olvidar que se le había llamado la atención acerca de la impropiedad de situar a las Tres Marías, en la escena de El Expolio y que él mismo había sido interrogado con respecto al tamaño heterodoxo de las alas que pintaba a los ángeles.
Anunciación. Museo de Arte de Toledo Ohio, EE. UU. 1600–1610 (Fragmento)
-Pinto así porque el mayor defecto del hombre es ser pequeño. El Greco.
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