El título que precede es casi una forma de hablar, ya que Doménikos Theotokópoulos – Δομήνικος Θεοτοκόπουλος– hizo muchos retratos de caballeros, conocidos o anónimos; en solitario, o en grupo; históricos o contemporáneos, y, todos ellos, sin contar los personajes bíblicos; apóstoles, etc., pero apenas pintó damas, exceptuando, sin duda, a María, la madre de Cristo, siempre sobre rasgos imaginarios, como es natural, y habitualmente similares, salvo algunas excepciones, de las que en este caso, no nos ocuparemos, puesto que las imágenes de la Virgen María merecen un capítulo exclusivo. También María Magdalena fue perfil muy repetido, por mano del artista, o bajo su influencia; en este caso, nos detendremos en alguna de sus representaciones más excepcionales.
Sin embargo, El Greco hacía aparecer mujeres en sus pinturas, ya desde los primeros tiempos, y, aunque en la mayor parte de los casos, son impersonales, o no representan a un personaje preciso, de carácter histórico o real, es cierto que ocupan cierto espacio en sus creaciones, como veremos en los siguientes casos, muchos de los cuales son bastante anecdóticos.
Es preciso, con todo, recordar una vez más, que no todas las pinturas atribuidas al Greco, son necesariamente de su mano; pueden ser copias de obras desaparecidas, trabajo de imitadores, atribuciones erróneas y, a veces, simples falsificaciones.
En ocasiones, aparece alguna mujer, aunque de forma muy casual, como en esta Última Cena de alrededor de 1565 -tempera/óleo sobre madera, 43x51 cm. de la Galería Nacional de Bologna-, probablemente, vestida –sólo ella–, con ropas de la época del Greco.
En esta Cena, El Greco, dentro de su período veneciano, avanza en el estudio de la perspectiva, centrándola en un modo poco habitual, con tres puertas de fondo, del mismo modo que en el juego de las baldosas.
Lo mismo ocurriría con estas dos mujeres que sorprendentemente asisten a este Bautismo de Cristo, de entre 1567–70, realizado en témpera sobre madera, de 23,6 x 18 cm., y que se encuentra en el Museo Histórico de Heraklion, en Creta–. Vestidas asimismo con atuendos extraños a la época y el entorno, esperan a la orilla del río, para ofrecer un lienzo al recién bautizado. En la mayor parte de las versiones, son ángeles los que lo hacen.
Se desconocía la existencia de este Bautismo hasta 2003, año en que fue expuesto en el Museo Benaki, de Atenas, antes de proceder a su restauración. Adquirido en 2004 por el Ayuntamiento de Heraklion, se encontraba en posesión de una familia española, hasta que expertos de Christie’s descubrieron su paradero. De acuerdo con la información publicada por El Universal, el Ayuntamiento de Heraklion abrió una suscripción popular, gracias a la cual pudo adquirirlo por un millón ciento cuarenta mil euros en dicha sala de subastas.
Una mujer casi fantasmagórica, observa al Niño desde un ventanal extemporáneo que, en este caso, se corresponde más con las vestimentas de las mujeres en las pinturas anteriores. Adoración de los Pastores, de 1579. Témpera sobre madera, de 63 x 76 cm. Se encuentra en el Willumsen Museum de Frederikssund, Dinamarca. Más sorprendente es, junto al brazo del pastor vestido de marrón y verde, en primer plano, el gato, lo que constituiría un elemento muy original, innovador y ¿por qué no decirlo?, muy griego.
De nuevo dos mujeres, muy similares a las del Bautismo, aparecen hablando entre sí, ante el Niño. Tampoco sabemos quienes serían, o a quienes pretendía representar el pintor, aunque podamos imaginarlo, pero, en todo caso, no parecen encajar con los relatos del Nacimiento. Adoración de los Pastores. Alrededor de 1575, realizado en témpera sobre madera, de 25 x 17 cm. Se conserva en el San Diego Museum of Art, California, USA.
Tríptico de Ferrara. Crucifixión. –Atribución–. Alrededor de 1567. Témpera y óleo sobre panel, de 21,5 x 15,5 cm. Fondazione Cassa di Risparmio di Ferrara.
Cinco mujeres de rostros indefinidos se agrupan en torno a María, aparentemente desmayada, lamentando su dolor, mientras el joven Juan parece hablar con una de ellas. Para entonces, El Greco aún prefería llenar sus obras de figuras humanas, aunque resultaran abigarradas.
La primera mujer de la izquierda, en actitud, no más extraña que su vestimenta, parecería más preocupada por proteger a sus palomas, que por los latigazos que podría recibir; si bien leemos que los golpes no fueron del todo indiscriminados, y que las palomas se libraron de ellos. La que aparece a su lado, por su parte, puede ser que hubiera recibido un golpe perdido, o acaso, que se desmayara en medio del desorden; ambas llevan las mismas e inadecuadas ropas.
La mujer del fondo, acompañada del niño y llevando una especie de hatillo, parece abandonar la escena, aunque no muestra temor ni sorpresa por lo que está sucediendo.
El abigarramiento de las figuras de la izquierda, contrasta con la limpidez y belleza del cielo al fondo del arco
Se trata de la Purificación del Templo, de 1670–72, también témpera sobre madera, de 65,4 x 83,2, que se custodia en la National Gallery de Washington.
Otra mujer, vestida de fina y transparente gasa, parece atenta a lo que sucede, pero no precisamente, a la Curación del Ciego, sino, tal vez, a lo que señala el muchacho de la izquierda, y que no podemos intuir. –Óleo sobre lienzo, de 119,4 x 146,1 cm. del Metropolitan Museum of Art de New York–. 1567-76.
Cristo en Casa de Marta y María. Óleo lienzo posterior a 1576, de 93 x 76 cm. En el Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Se cree que un autor anónimo lo copió de un original de Jorge Manuel, aunque esta posibilidad no elimina de la pintura la impronta del Greco. En todo caso, parece proceder de un cuadro que, con el mismo asunto, pasó por la Colección Alejandro Shaw, de Buenos Aires, para volver después a España, donde permanece, concretamente, en Barcelona.
Los artistas, en todo caso, son dueños de sus creaciones y por eso El Greco, en principio, o aquel que se inspiró en él, se permite colocar a Marta tras un arquito neoclásico, vestida con ropas de finales del siglo XVI, mientras que Cristo –que también aparece sentado en un sillón contemporáneo del pintor– y María, muestran atuendos más acordes con su tiempo histórico.
También podemos suponer quienes serían las dos mujeres que confortan a la Madre de Cristo ante la inminente Crucifixión, en este fascinante Expolio de la Catedral de Toledo, de 1577 –óleo sobre lienzo, 285 x 173 cm.- más aún, considerando que, en su momento, se le exigió al Greco que las borrara del cuadro, porque constituían una impropiedad, es decir, porque su presencia no encajaba con los relatos evangélicos, aunque esto parecía más bien una excusa para no entregar a su autor la liquidación propuesta por sus tasadores.
En todo caso, El Greco o sus patronos de la Catedral de Toledo, eligieron un asunto muy poco o prácticamente, desconocido en la iconografía, pero la idea resultó brillante y la pintura, genial, aunque le costó muchos disgustos al Greco.
Hoy sigue en el lugar para el que fue pintado; la Sacristía de la Catedral de Toledo, y las tres damas impropias, también siguen ocupando el espacio en que fueron colocadas por el pintor.
No menos interesante es esta Sagrada Familia con Magdalena, óleo sobre lienzo de 1590-600, cuyas medidas son 131 x 100, y que se encuentra en el Museum of Fine Arts de Cleveland. Aquí, los rostros de María y José, así como el cielo tormentoso del fondo, responden a los cánones del Greco.
Ahora bien, suponiendo que la identificación es la apropiada, me pregunto si sería Magdalena amiga de María, tal como muestra su actitud en esta pintura, o lo que es lo mismo, si había alguna tradición al respecto.
Por otra parte, y, aunque no esté relacionado con el hecho de retratar mujeres, llama también la atención la elegante fuentecilla de vidrio en la mano de San José.
Esta versión de La Purificación del Templo, de 1595-1605. Óleo lienzo de 41,9 x 52,4 de la Frick Collection, de New York, presenta notables diferencias con la de Washington y resulta mucho más perfeccionada. En todo caso, seguimos preguntándonos qué le ha pasado a la mujer de la izquierda Y por qué la de la derecha pasa como si la escena que se desarrolla fuera algo tan normal, que ni le llama la atención. Lo mismo podríamos decir del anciano que escucha con la barbilla en la mano, tan reflexivo y sereno frente a las mesas derribadas, la mujer que se lamenta y hasta los latigazos que intentan esquivar los hombres medio vestidos.
Por otra parte, también en este caso, encontramos muy familiar al hombre agachado en el ángulo inferior izquierdo. Su postura es muy similar a la de aquel que preparaba los orificios en el tronco de la crucifixión en El Expolio.
Si se trata de La familia de Domínico o la de Jorge Manuel, se desconoce, así como se ignora cuál de los dos fue al autor de este bellísimo cuadro, fechado alrededor de 1605. Óleo sobre lienzo de 97 x 171 cm. y conservado en la Academia de San Fernando de Madrid.
En esta encantadora y sosegada escena, cuatro mujeres se ocupan de labores caseras: –cuidar del niño, hilar, tejer y bordar, bajo la atenta vigilancia del gato–. Podría ser del Greco, porque el rostro de la muchacha del centro, es casi una seña de identidad del artista, pero no todos los estudiosos se ponen de acuerdo, y la mayoría adjudican al hijo la pintura y la familia.
Personalmente, me parece que se trata de una obra del Greco, pero que representa a la familia de su hijo en un conjunto verdaderamente acogedor, si vale la palabra, referida a un óleo, además de una obra maestra y original, aunque en general no se encuentre entre las más valoradas.
Es este uno de los casos en los que se ha hablado alguna vez de falsificación, pero el análisis químico de los pigmentos empleados demostraron que se trata de una obra pintada en la época del Greco, algo que constituiría un dato aproximativo, aunque insuficiente. En mi modesta opinión, insisto, los rasgos faciales de la mujer del centro, ya sea la madre o la esposa de Jorge Manuel, son como una firma de Doménikos Theotokópoulos, no de su hijo, ni de cualquier otro.
Cena en casa de Simón. Pintado en colaboración con Jorge Manuel entre 1605–14. Óleo sobre lienzo, de 143 x 100 cm. Institute of Art, Chicago.
Cristo, rodeado por los doce Apóstoles, seis a cada lado -muy amontonados, para adaptarse a la estrechez del lienzo y a la verticalidad de la escena-, asiste a una comida que les ofrece Simón. La sorprendente arquitectura apenas nos llama la atención, por ser fórmula ya empleada en pinturas anteriores, pero no deja de resultar extraña una mesa de la época, servida ante semejante decorado. La mujer del fondo, parece, en principio, preparar algo que va a servir, pero la posición de su mano izquierda, y su colocación, al lado de Cristo, tal vez pudiera tener otro significado, es decir, que le estaría ungiendo, aunque la escena solía representarse de forma muy diferente, es decir, con la mujer a los pies de Cristo. Si es así, hablaríamos de una pecadora –aunque arrepentida- y no de una servidora de la casa.
La elegante dama de rojo destacada en el primer plano y de espaldas al espectador –costumbre del Greco–, es, sin duda, la esposa de Simón, a su derecha, con el que parece estar hablando o, quizás, discutiendo, ya que los movimientos de las manos de ambos son muy vivos.
En El nacimiento de la Virgen (1608-20), Óleo sobre lienzo de 62 x 36 cm. –E. G. Bührle Coll.,en Zurich–, son todas mujeres las que aparecen, como era lógico esperar, tratándose de un alumbramiento en la época. Cuatro de ellas, precisamente las que llevan velo, incluida Santa Ana -bajo un más que sorprendente y lujoso baldaquino-, presentan una imagen muy similar y un gesto muy del Greco. Las otras cinco resultan indefinidas, como en boceto, pero en la sexta, que aparece en primer plano, de espaldas y con un lienzo entre las manos, nos parece descubrir un rasgo ya conocido, y es, precisamente, la trenza que rodea su cabeza y hasta el color de la túnica que viste; se trata, casi sin duda, del mismo modelo que aparecía en El Expolio. Podría haber sido un ángel, porque El Greco, solía pintar así sus túnicas, pero la trenza humaniza la figura.
H.E. Wethey sugirió en su día que esta pintura podría ser una copia de Jorge Manuel, hecha a partir de una obra perdida de El Greco, de 1590-1595, y que figura en los dos inventarios de los bienes del artista. Otros críticos opinan que se trata de una obra de taller. En 1908, de acuerdo con Cossío, pertenecía al Marqués de Alós y se encontraba en Barcelona.
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Existen, no obstante, algunos retratos, propiamente dichos, de mujeres que durante mucho tiempo se creyeron pintados por El Greco, aunque su número es llamativamente exiguo y además ha ido decreciendo, cuando, por distintas y convincentes razones, se le han retirado algunas importantes atribuciones. Lo cierto es que sólo una de las que vamos a presentar, parece obra suya.
Titulado, Retrato de María de Austria, 1528–1603, se cree realizado alrededor de 1610. Mide 6,5 x 5 y se custodia en el Philadelphia Rosenbach Museum and Library.
La identificación se basa en un supuesto parecido con la Dama de la Flor, que veremos a continuación, pero no ha convencido a la crítica, porque no muestra un parecido real con los retratos de María, la esposa de Maximiliano II realizados por Moro y Sánchez Coello, cuando aún vivía en España. Por otra parte, si la obra es de 1610, el autor tuvo que inspirarse en modelos y, los que conocemos, no ofrecen parecido alguno con este. Resulta, además, que la lechuguilla que muestra, sólo se usó durante la década de los ochenta del siglo XVI, lo que no coincidiría tampoco con la datación de la miniatura. Talbot Hugues, la atribuye a Felipe de Liaño, discípulo de A. Sánchez Coello y especialista en retratos, a quien Antonio Palomino, llamó El Pequeño Tiziano.
Dama con una flor en el pelo, hacia 1590-1595, Colección Particular. La obra maestra. Toca tradicional y gorguera abierta, muy de moda a finales del siglo XVI. Sería la atribución más segura de las que aquí aparecen y además está firmada con caracteres griegos. Los rasgos de la dama también nos hacen pensar en el Greco. Se ha dicho que el autor/autora de La Dama del Armiño se inspiró en este retrato. También hay un retrato de Catalina Micaela, más niña, realizado por Sofonisba Anguissola, en el que curiosamente aparece con la misma flor en el pelo.
Retrato de mujer joven. 1582-1600. Óleo/lienzo de 50 x 42 cm.
Colección Privada.
Y Catalina Micaela de A. Sánchez Coello. 1585. La pintura está vuelta para facilitar la apreciación del parecido.
Realmente estas dos damas se parecen, pero las semejanzas podrían darse igual entre otras mujeres elegantes, o, más bien, nobles, de la época. La cara no es muy del Greco y, además, sorprendería que el cretense se propusiera hacer un retrato a la hija del monarca que lo rechazó, sin explicaciones, terminando con su proyecto de servir en la Corte y que habría solucionado su futuro.
Miniatura de una Dama, 1580. Papel 5,8 x 4,3 cm. Col. privada.
Óleo sobre cartón en miniatura, 7,9 x 5,7 cm. Alrededor de 1600. The Hispanic Society, New York.
Sofonisba Anguissola, Dama con toca, c. 1591.Col.Muñoz.
Este Retratico –miniatura–, o Naipe, –por el tamaño y el soporte–, tradicionalmente fue atribuido al Greco aunque la apariencia de la dama en cuestión, no nos lleva a pensar en este artista; –acaso, lejanamente, los ojos–. Muy pronto se pensó en un pintor del entorno de Juan Pantoja de la Cruz y, finalmente, se ha dicho que es de Sofonisba Anguissola, cuyas obras han sido muy tardíamente reconocidas, si bien, con gran seguridad, en cuyo caso este retrato se dataría en 1591.
Dama del Armiño. ¿? 1577-80. Oleo lienzo, 62 x 59 cm. Kelvingrove Art Gallery, Glasgow, Scotland.
Sofonisba Anguissola, Infanta Catalina Micaela Duquesa, fragmento. c. 1591. Pollock House, Glasgow.
Durante mucho tiempo se dijo que el retrato de la izquierda era Jerónima de las Cuevas, la madre de Jorge Manuel, de la que no se sabe absolutamente nada. Posteriormente, para tratar de comprender por qué la dama en cuestión no se casó con el pintor, se dijo que aquel ya había contraído matrimonio en su juventud, y G. Marañón añadió que debió morir muy joven... en fin, cualquier teoría cabe en este caso, puesto que El Greco fue casi absolutamente hermético al respecto.
Se dijo también que se trataba de la Infanta Catalina Micaela, y, ciertamente, el parecido con ella, de acuerdo con otros retratos, es llamativo.
Se le adjudicaron influencias de Sánchez Coello, de Pantoja de la Cruz, etc. y se dijo, incluso, que el retrato era de Tintoretto. Finalmente, la atribución más próxima en el arte y en el tiempo, parece ser la de Sofonisba Anguissola, ella sí, discípula o seguidora de Sánchez Coello.
Si consideramos la datación en 1591, coincide con el hecho de que el Duque de Saboya, casado con Catalina, visitó a Felipe II a quien regaló un retrato de su hija; por entonces, los duques vivían en Saboya y Sofonisba en Génova.
Para una información más detallada sobre esta pintura, recomiendo la amena y completa lectura de La Dama del Lince, en Cuaderno de Sofonisba.
Por último, de este original, curioso y moderno retrato al óleo, sobre lienzo, de 49 x 33, datado en 1595, y del que se dijo que representaba también a Jerónima de las Cuevas. No está claro, no de quién es, ni a quien representa. Se guarda en el Museo de Arte de Filadelfia.
Casos indefinidos:
Fragmento de Laoconte, óleo sobre lienzo, 142 x 193 cm, de 1610. National Gallery of Art, Washington.
Aquí no cabe ninguna duda –en tanto en cuanto esto se puede asegurar–, acerca del hecho de que esta pintura es del Greco. Ahora bien, con estas dos figuras, no se sabe lo que pretendía hacer, ni si las dejó así voluntariamente, o si eran bosquejos que quedaron inacabados por razones desconocidas.
Apertura del quinto sello o Visión –apocalíptica– de San Juan.
El Greco, óleo sobre lienzo-115 x 217 cm. de 1610. Metropolitan Museum of Art, New York. Los dos cuerpos a la derecha del espectador, parecen de mujer. El caso es similar al Laoconte.
Para terminar, un reciente descubrimiento, al menos en mi plano personal. Afortunadamente podemos servirnos de toda la información ofrecida por el Museo Casa del Greco, de Toledo, cuya visita recomiendo –con o sin Centenario–, ya que, incluso sin pensar en la pintura, la Casa en sí, ya tiene suficiente atractivo.
Se trata de El Tránsito de Santa María Magdalena, de Jorge Manuel Theotokópoulos. Óleo sobre lienzo, de entre 1609 y 1619, fechas de las que ya podemos deducir que no hablamos de una obra del Greco, sino, de su hijo, que se guarda en la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena, de Titulcia, población antaño llamada, Bayona de Titulcia, en Madrid.
En la presentación del cuadro se muestra un interesante documento de 1609, por el que Jorge Manuel otorga poder para cobrar su trabajo al administrador de la Iglesia de Bayona, firmado por él mismo.
Confieso que siempre me sorprendió el tratamiento de esta figura evangélica en los pinceles de los Theotokópoulos, aun sabiendo que, en la época, fue objeto de muy diferente apreciación según los diferentes países católicos, –del mismo modo que nunca dejó de llamarme la atención el hecho de que el santo de la devoción de El Greco, por excelencia, es decir, San Francisco de Asís, siempre apareciera -rompiendo una larga tradición-, junto a una calavera. En este caso, en que los ángeles son muy del Greco, la verdadera sorpresa, proviene del desnudo del personaje.
La representación del lienzo –dice la web del Museo–, refleja el momento en el que, siguiendo el relato de la Leyenda Dorada, la santa inicia su subida milagrosa hacia el Cielo, cuando cada día, en los siete tiempos correspondientes a las Horas Canónicas, y como premio a su vida solitaria dedicada a la penitencia y la meditación, era elevada por los ángeles para que asistiera a los oficios divinos que allí celebraban los Bienaventurados.
Al parecer, el retablo del que formaba parte fue desmantelado y sus componente dispersos en fecha no bien precisada, pero alrededor de ochenta años atrás. (Del Museo del Greco: Pieza Invitada.)
Como anécdota, añadiremos que María Magdalena fue Santa de la devoción más acendrada de Isabel la Católica.
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